Cada vez más, el mundo relacionado con el deporte, entrenadores, deportistas aficionados y de alto rendimiento, instituciones y centros de preparación toman conciencia de que existen variables psicológicas, mentales y ciertas características de personalidad que influyen, moldean o determinan el adecuado rendimiento deportivo. Lo más importante es que estas variables se pueden entrenar.
En la actualidad, la psicología del deporte toma el eje central en la preparación y entrenamiento de deportistas. Al igual que se entrenan los músculos para potenciar las habilidades físicas, también se necesita entrenar la mente. El músculo cerebral necesita entrenarse para optimizar todas sus fuerzas físicas y mentales.
La tarea del sicólogo deportivo está puesta en evaluar, desarrollar y potenciar las habilidades que forman el diamante de la fortaleza mental. Se trata de la fortaleza que motoriza las energías bien orientadas para que la mente conduzca al cuerpo a lograr cosas extraordinarios, objetivos, metas y sueños deportivos y/o profesionales y/o personales.
La mente es la que gobierna todas las pasiones y facultades para que el cuerpo logre sus resultados. La mente es donde se definen las ideas, pensamientos, afirmaciones, creencias y valores que determinan una visión acerca de uno mismo y del entorno. Estas determinan una realidad. Por eso, el rendimiento no es sólo físico, sino que es el resultado de todo lo que pensamos y sentimos. De tal manera, una mente negativa y compleja no llevará a buenas resultados.
Si se toman en cuenta los aspectos de la mente pre y post competencias, previo a un evento o desafío, cuando las cargas físicas bajan en intensidad, aumentan las cargas psíquicas. Ahí es donde el deportista percibe cierta ansiedad por lo que pueda llegar a suceder con su performance. La sensación que gobierna es como si fuera a rendir un examen o si fuera a ser evaluado por otros. Intentar encauzar estos estados emocionales previos es muy importante para que el deportista no tire por la borda todo lo realizado durante meses de preparación. Y los aspectos emocionales, que faciliten la descarga de la tensión previa competencias, también se los puede entrenar. Nuestro cerebro, nuestra mente, tiene la capacidad de desaprender lo aprendido, es reeducable con el objetivo de adoptar buenos hábitos que faciliten los momentos previos al gran evento.
La fortaleza mental también se manifiesta en la capacidad con la que cuenta el deportista para adiestrar sus emociones. Cuando los resultados y sus expectativas no coinciden, es imprescindible estar preparado para aceptar que las experiencias deportivas se forman a partir de estos opuestos complementarios como perder o ganar, como previstos e improvistos. La mentalidad ganadora se funda en este aprendizaje continuo. La premisa es aprender del camino, de lo bueno y de lo malo, para que un mal resultado no saque a uno del foco que es la búsqueda de la excelencia.
En el plano de la preparación psicológica, las habilidades y las cualidades que marcan la excelencia deportiva son tales como la confianza en sí mismo, la sólida estimación, el autoestima, la motivación intrínseca, el compromiso y la actitud correcta frente al desafío definido.
En el plano de las habilidades mentales, la concentración, el control de la atención, la imaginería, la visualización, la focalización, el establecimiento de objetivos, la planificación de entrenamientos y competiciones o la simulación de los entrenamientos. La presencia de estas habilidades facilita en los deportistas las experiencias especiales de «dejarse llevar» hacia el estado ideal de rendimiento y las experiencias Flow para dejar fluir lo mejor en la búsqueda de una mejor acción.