El noruego Magnus Carlsen retuvo la corona mundial de ajedrez al imponerse por 3 a 1 -dos tablas y dos victorias- ante el aspirante rusoSergei Kariakin, en el encuentro de partidas rápidas que sirvió para romper el empate registrado en las doce partidas reglamentarias previamente disputadas en Nueva York.
Carlsen, que cumplíió 26 años -los mismos que tiene Kariakin- celebró su aniversario del mejor modo posible: con una victoria clara y merecida, que tuvo además un broche de oro al finalizar el campeón su actuación con un espectacular movimiento, el mejor del encuentro, que forzaba el mate en dos jugadas.
Pero la jornada de desempate no fue un camino de rosas para Carlsen. Tras unas sosas tablas en la primera, el campeón tuvo que recuperarse anímicamente de una gran decepción al dejar escapar una enorme ventaja en la segunda, que dominó de cabo a rabo. Karjakin llevó al extremo la estrategia de tablas que tan buenos resultados le dio durante todo el choque. Pero en el ritmo rápido el aspirante fue claramente superado: Carlsen jugaba más rápido y mejor, y era el único que mostraba ambición por ganar, mientras que Karjakin se limitaba a devolver la pelota, usando el símil del tenis.
Sorprendió la reacción de Magnus Carlsen tras la perdida de la segunda partida: jugó la tercera con rabia, absolutamente decidido a ganar. Cada jugada del noruego fue un afilado puñal lanzado contra la posición del oponente y Karjakin a duras penas pudo esquivar la lluvia de amenazas, hasta colapsar por completo cuando apenas le quedaban unos pocos segundos en el reloj. El ruso, sin tiempo, sin ideas, sin ambición, fue un fantasma de sí mismo en la cuarta, su última oportunidad. Carlsen se permitió el lujo de finalizar con una floritura para la galería, un hermoso sacrificio de dama que ya queda para la historia como lo mejor del encuentro de Nueva York.